Friday 8 March 2013

Pedro Almodóvar, Carlos Boyero y Los Amantes Pasajeros

LOS AMANTES PASAJEROS.  El crítico de cine Carlos Boyero, enemigo acérrimo de Pedro Almodóvar deja por los suelos su nueva película Los Amantes Pasajeros

Boyero: “Es una de las películas más tontas que he visto en mucho tiempo”

Carlos Boyero habla sobre Los Amantes Pasajeros

         
                   

En 2009 cuando cubría el Festival de Cannes, el popular crítico de cine español Carlos Boyero escribió una crítica sobre la película Los abrazos rotos de Pedro Almodóvar que no gustó nada al director manchego. A partir de entonces, nació una especie de duelo que películas no muy acertadas como La piel que habito no hicieron más que servir en bandeja al polémico periodista de cine una fácil victoría. Sin embargo, con los Amantes pasajeros Almodóvar vuelve a su género favorito y en el que ha firmado sus mejores películas, la comedia. Aunque no parece ser que la última invención del multigalardonado cineasta haya gustado en excesiva a Carlos Boyero que entre otras polémicas tiene una causa judicial pendiente con el entrenador de fútbol José Mourinho al que llamó "Nazi Portugués" en uno de sus famosos foros.
¿Creen que Carlos Boyero tiene algo de animadversión hacia Pedro Almodóvar? ¿Son sus críticas exageradas? ¿Almodóvar ya no es quien era? Halcombe Hackney Norilsk te presenta la última crítica de Boyero sobre Los Amantes Pasajeros, la crítica que hizo a Almodóvar explotar y la respuesta del director en su blog y por la que criticó duramente al periódico El País haciendo que su reputación y relación con este medio entrara en crisis.

                     

CRÍTICA DE CARLOS BOYERO A LA PELÍCULA LOS AMANTES PASAJEROS

"Aunque el interés por la obra reciente, o incluso pasada (con algunas excepciones) del creador cinematográfico Pedro Almodóvar sea leve o inexistente, es imposible para alguien que no tenga la voluntad o la suerte de estar absolutamente desconectado de los medios de comunicación, de las noticias, de esa cosa tan pesada llamada realidad, no acumular indeseadas toneladas de información cada vez que el personaje Almodóvar decide que va a parir una nueva criatura, acompañada con la inequívoca sensación por parte del autor de que la historia del cine, de la cultura, del arte, van a enriquecerse gracias a ella. El apabullante sentido del marketing que posee este hombre se encarga de ofrecer exhaustivos datos, pistas, claves, enigmas y revelaciones sobre la naturaleza de la trascendente película que va a engendrar.

                 
Por lo tanto, incluso los profanos tienen puntuales noticias desde el momento en el que Almodóvar empieza a rodar Los amantes pasajeros de que su atormentado espíritu necesitaba retornar a la comedia, ese género liberador al que tanto ama, con el que forjó sus señas de identidad como creador, con la intención de provocar sonrisas y risas entre los espectadores masivamente angustiados ante el estado de las cosas.
                      Paz Vega en Los Amantes Pasajeros
Y deduces que aunque sus últimos y cansinos paseos por el amor y la muerte, sus retratos de los entresijos del alma y del lado oscuro, los abrazos rotos, las educaciones degradantes, los desgarrados parloteos con ella, las indeseadas pieles, que te ves obligado a habitar, el ser y la nada, la hostia en verso y demás temas profundos le hayan procurado múltiples e internacionales elogios, doctorados honoris causa, reconocimientos académicos y el ingreso en el Olimpo del cine solemne, la taquilla de sus películas está descendiendo, la parroquia ya no es tan fiel y comienza a disgregarse, la gente joven va poco al cine y en cualquier caso no parece flipar con la acreditada modernidad de su obra. La última vez que ha logrado un éxito rotundo en las salas españolas ha sido con la notable tragicomedia Volver. Consecuentemente, se impone el regreso a las raíces, al universo y los mecanismos que domina, al humor entre costumbrista y loco, al reconocible toque Almodóvar (no cometer el desvarío de confundirlo con el toque Lubitsch, pero toquecillo al fin y al cabo), a la irreverencia con estilo, a las innegables virtudes que le hicieron reconocible para el gran público.
                  
Antes de ver la película he leído con cierto esfuerzo en Babelia una larga y desaliñada reflexión literaria de Almodóvar sobre la comedia cinematográfica. También observo el titular de una entrevista que le hacen, en la que muestra su ufana certidumbre de que ha realizado su película más gay. Y arriesgándome a que me lapiden por presunta homofobia me pregunto con estupor: ¿desde cuándo el cine es gay o heterosexual? ¿Ha inventado un nuevo género Almodóvar? ¿Qué misteriosa relación con la calidad establece que el cine sea homosexual, lésbico o supermachote?

               
             Hugo Silva en Los Amantes Pasajeros

Espero ansiosamente la solución de estos enigmas con el sincero deseo de que una comedia me procure placer, risa y diversión, independientemente de mis razonados prejuicios (¿o es solo grima?) ante la mayoría del cine almodovariano, mientras contemplo el arranque de Los amantes pasajeros. Se desarrolla en un avión y el ambiente es coral, pero deduzco que el protagonismo lo van a ejercer mayoritariamente tres enloquecidos azafatos que hacen y dicen cosas muy raras. Pero sigo esperando a Godot. Que algo de lo que veo y escucho me haga una mínima gracia, que alguno de los pretendidos gags sea hilarante, que los diálogos, los personajes y las situaciones evidencien el contrastado talento de su director para crear un determinado mundo, despertar una sonrisa, algo que justifique estar mirando la pantalla.
Los ingenios verbales más audaces están al alcance del humor infantil o preadolescente entre rijoso y escatológico. Confundir llamadas con mamadas, repetir hasta la náusea que la mescalina que lleva un traficante tiene sabor anal porque ahí es donde la oculta su dueño, inventarse un baile al ritmo de una canción discotequera en el que no sabes hacia dónde mirar.
                    
Y, cómo no, Almodóvar, tan comprometido él con la cruda realidad, no olvida en medio de esta idiota charanga sacar a un banquero que huye a México después de la gran estafa. Y a una dominatrix perseguida por el gran poder y por un sicario porque amenaza con chantajear al Estado con la lista de sus clientes. Son apuntes pintorescos y marginales. Lo que más le interesa es hablar de pollas hasta la extenuación, de la bisexualidad como regla infalible y generalizada del deseo en hombres y mujeres, del supremo placer que se pierden los hombres si los de su género no les han comido los genitales con inigualable arte.
                      
                   Miguel Ángle Silvestre en Los Amantes Pasajeros

Se supone que en algún momento semejante acumulación de dislates con pretensiones libertarias y surrealistas va a conseguir su sagrado objetivo. O sea, que te rías. Pero no hay forma. La acreditada gracia del autor en esta ocasión parece no haber nacido de su cerebro, sino de su glúteo, lugar nada conveniente para despertar la hilaridad en los receptores. Y no entiendo, hasta que me lo explique alguna tesis doctoral, en qué se diferencia este producto de las comedias más cochambrosas de Mariano Ozores, de aquel cine subdesarrollado y sonrojante. La sensación permanente que me asalta padeciendo la ridícula Los amantes pasajeros es algo ingrato llamado vergüenza ajena. Se supone que por muy endiosado que se sienta el creador Almodóvar, alguien que le profese cariño, respeto y en posesión de unas gotas de sentido común debería haberle ofrecido honesto y lúcido consejo sobre ese guion y el patético engendro que podía crear al trasladarlo a imágenes. Pasen, vean, escuchen y juzguen, comprensibles buscadores de alegría y posmodernos envejecidos. La entrada solo vale entre siete y diez euros. Pero dudo que exista el libro de reclamaciones"

 Boyero critica a Almodóvar
CRÍTICA DE CARLOS BOYERO A LOS ABRAZOS ROTOS Y RESPUESTA DE ALMODÓVAR
"Con nula perspicacia e irremediable antipatía pensé ante los primeros largometrajes de Pedro Almodóvar, tan celebrados entonces y añorados ahora por tantos espectadores que se declaraban seducidos por la frescura, la irreverencia, la modernidad, el humor, el posibilismo, la originalidad y el estilo del gurú de aquella cueva de impostura con pretensiones artísticas y lúdicas denominada movida, que la pasión que despertaba su cine entre la vanguardia obedecía a esa cosa tan provisional y epidérmica llamada moda, que sus hilarantes chapuzas fílmicas retratando a una fauna estratégicamente pintoresca y autoconvencida de que los tiempos estaban cambiando serían flor de un día.
Prejuicioso y maniqueo, me costó admitir ante la magnífica ¿Qué he hecho yo para merecer esto? que este hombre estaba dotado de un notable talento expresivo, una pasmosa facilidad para introducir el surrealismo en personajes y situaciones cotidianas, para reproducir con tanta gracia como desgarro la realidad, para plasmar el argot de la calle y el ritmo de la vida, para crear una tipología de seres humanos y de historias tragicómicas con el sello de su universo.

 Blog de Pedro Almodóvar

                  


También era evidente que su certidumbre de que era un artista estaba afianzada, que su lenguaje, su tono y sus obsesiones conectaban con una masa notable, con la élite y con los intelectuales, los snobs y los experimentalistas, el diseño y las tendencias. Igualmente desarrolló, como Warhol y Dalí, un sentido impresionante de la autopromoción, de vender inmejorablemente y a nivel internacional hasta el mínimo suspiro que exhala su irresistible personalidad.
Consecuentemente, su cine jamás ha conocido el fracaso comercial, el público se siente en el placer o en la obligación de pasar por la taquilla, independientemente de que salten en estado orgásmico o echando espuma por la boca, su prestigio es absoluto en cualquier lugar del mundo supuestamente civilizado, rodeado de halagos y de esa atención masiva que él sabe crear y que pueden elevar el narcisismo a límites de frenopático, trascendente y progresivamente barroco, consciente hasta la náusea de que cualquier cosa que lleve su firma es un acontecimiento cultural y sociológico.
Y en ese prolífico e hiperpublicitado camino hay aciertos espectaculares como los de esa comedia modélica titulada Mujeres al borde de un ataque de nervios o el sentimiento en carne viva de Átame, momentos y secuencias en las que la inteligencia, la sensibilidad, la audacia, el sentido crítico y la mordacidad de este hombre alcanzan el esplendor en la hierba. Y también bastantes y enfáticos disparates, pretenciosas reflexiones, cine tan hinchado como hueco, vampirismo estratégico de todo lo que su olfato intuya que está de moda en el mercado artístico, tormentos y emociones de plástico aunque pretendan ir lujosamente vestidas, control absoluto en la gestación y el lanzamiento de sus criaturas, la molesta sensación de que hay demasiado cálculo en su permanente ambición de crear arte trascendente. Hablo en primera persona, por supuesto. La expectación que desata su cine, los infinitos premios, el boato que rodea a su obra, la condición que le adjudican de cineasta profundo e inimitable pueden rebatir en cantidad y calidad mis innegociables opiniones respecto a este frecuente y magistral vendedor de humo.
                             
Y a veces te sorprende gratamente. Después de aquella insufrible, cursi y seudolírica oda al violador enamorado en Hable con ella y del retorcimiento espeso y sin gracia de los traumas y los fantasmas de infancia en la grotesca La mala educación, Almodovar habló con brillantez, complejidad, fluidez, dramatismo, encanto, de seres y sentimientos que conoce en la espléndida Volver.
Y en función de su anterior película, me asomo a Los abrazos rotos con esperanza, intentando no volverme majara con el alud promocional que están montando el genio de La Mancha y su oscarizada musa, con la certeza de que me voy a encontrar el careto de ambos hasta en la sopa. Se supone que es un intenso tratado sobre la pasión, la pérdida, el recuerdo y la supervivencia. Hay un guionista ciego que alguna vez vio y fue director de cine. Su dolor parece resignado. Le cuidan una eficiente señora y su discotequero hijo. Inicialmente no te provocan demasiado interés, aunque deduces que hay pasado borrascoso, misterios por aclarar, que Godot va a aparecer. La temperatura emocional es tibia, ni lo que dicen ni lo que hacen presagian que el pasado de esta gente te vaya a remover.

                    
Y aparece la femme fatale. Se lía con un tiburón que para no perderla pretende consumar los sueños de ella, hacerla estrella de cine con un director de primera clase. Pero llega el amor en medio del arte, y los cuernos y la atroz venganza del despechado e implacable villano. Y sigo como un témpano, no dando crédito a los forzados diálogos que escucho, sin que me salpique lo más mínimo el supuesto volcán que está acorralando a los amantes, ni las doloridas y metafísicas reflexiones sobre las heridas irreparables del creador cuando manipulan y alteran el montaje de esa obra amada en la que ha volcado su alma.
Hay infinitas referencias y homenajes a varios clásicos del cine para que captemos el compartido y penetrante mensaje sobre la creatividad que plantean Almodóvar y sus colegas del alma. Y los sentimientos pretenden estar en carne viva, pero como si ves llover. Y lo que observas y lo que oyes te suena a satisfecho onanismo mental. Y no te crees nada, aunque el envoltorio del vacío intente ser solemne y de diseño. Y los intérpretes están inanes o lamentables. La única sensación que permanece de principio a fin es la del tedio. Y dices: todo esto, ¿para qué?"


RESPUESTA DE ALMODÓVAR A LA CRÍTICA DE BOYERO

"Nada más llegar a Cannes encuentro un comentario del crítico de El País, Carlos Boyero, en el que para manifestar su desilusión por “Tetro”, la última película de Coppola, dice textualmente: “alguien me comentaba que en muchos aspectos “Tetro” da la sensación de que Coppola está imitando el estilo y el tono del peor Almodóvar. No exagera. Ver para creer”.
Semejante afirmación me pone alerta de lo que pueda venir a continuación durante el festival, de parte de este crítico y del Jefe de Cultura de El País, Borja Hermoso, su ilustre colega-escudero desde hace años. Cuando afirmaba que en Francia me tratan mejor que aquí no quería generalizar, pero Borja Hermoso se encargó de distorsionar mis palabras. Yo estaba respondiendo a la pregunta de un periodista español, testigo impresionado de la buena reacción de la prensa internacional ante mi película. No estaba haciendo una declaración de principios, respondía lo obvio (Francia es el lugar donde más dinero dan mis películas, aunque estén mayoritariamente subtituladas) pero sin acritud con nuestro país y el modo en que se me trata aquí. Con mi respuesta me estaba refiriendo justamente a la actitud de Boyero, y al estilo macarra del que hace gala el Jefe de Cultura del principal periódico de nuestro país.Algo que tanto uno como otro no han hecho sino confirmar día tras día, por eso les dedico esta crónica, y por otras razones, algunas de ellas descritas a continuación.

Respecto a la mención anterior, mi única sorpresa es esa extraña muestra de pudor de Boyero utilizando el indefinido “alguien me comentaba…”. Cuando leo u oigo “alguien me ha dicho, o me ha comentado…” como preámbulo de cualquier barbaridad, pienso inevitablemente en el periodismo basura. Es uno de sus latiguillos.
              
En la ventanita de la versión digital de El País, desde la que habla directamente ante Borja Hermoso, Carlos Boyero resume así, en plan primicia, su crónica sobre el pase de prensa de mi película y la posterior rueda de prensa: “No soy masoquista, no quiero ver otra vez “Los abrazos rotos”.

A mí me importa un comino si Boyero es o no masoquista, si tiene un testículo o cuatro, o la marca de crema hidratante que utiliza. Ya que le pagan para que informe de las películas que compiten en el festival (aunque haya visto alguna antes, no puede conocer la reacción de la prensa si no asiste a la proyección), el hecho de no ser masoquista no debería eximirle de esta obligación.

                     

Volviendo a “la ausencia de masoquismo como una de las principales virtudes de un periodista”, supongo que lo que Boyero quería decir es que él ya había criticado la película en su estreno en España, y que la reacción de la prensa internacional realmente se la suda. El problema es que Boyero no escribió una crítica de “Los abrazos rotos”. Al texto que esbozó en su periódico se le puede calificar de cualquier cosa excepto de crítica cinematográfica. Un hombre que emplea el 75 por ciento del espacio para despotricar sobre mi persona (lo que ni siquiera es una novedad, porque lleva casi treinta años haciéndolo), y alrededor del 25 por ciento para despachar la película diciendo cosas como que la interpretación de los actores es “inane y lamentable” (dos de sus adjetivos favoritos) sin mostrar un sólo ejemplo que nos ayude a entenderle... Un texto en el que casi no habla de la película y por supuesto no aporta la más mínima razón en la que basar el tedio infinito que le provoca… Un texto así no es una crítica. Es una no-crítica. Y justamente cuando alguien expresa una declaración de tamaña hostilidad hacia mí lo último que su periódico debe hacer es encargarle la crítica o lo que sea de mi última película, si pretende respetar el principio de imparcialidad. Él tiene todo el derecho a escribir su opinión, pero debería publicarse en otro apartado del periódico. Es una impostura llamarle y pagarle como si fuera una crítica, porque no lo es.
Con esto ni siquiera le estoy acusando, él es como es, para él la palabra crítico hay que entenderla como un seudónimo, no como una profesión. El responsable de la publicación es su Jefe de Cultura que, casualmente no es otro sino su colega Borja Hermoso. Es curioso que Borja Hermoso sólo haya permanecido en Cannes los cuatro días, más o menos, que han coincidido con mi estancia allí. En cualquier caso, su función (le he leído lo imprescindible para poder escribir esto con algo de fundamento) parece haber sido la de apoyar a su amigo Carlos Boyero en esta operación de acoso y derribo parásito en la que llevan empeñados tantos años (por razón de edad más Boyero que Hermoso). Pero dada la connivencia de ambos sujetos la dirección de El País carga con toda la responsabilidad, del mismo modo que los obispos son responsables de lo que Federico Jiménez Losantos escupe en la Cope.
Volviendo a España, y su prensa. No hacía falta consultar la extranjera, en el festival también había corresponsales de El Mundo y de Abc y sus crónicas respecto a la presencia de “Los abrazos rotos” distan mucho de las de Boyero y Borja Hermoso.

En la ventanita digital, instigado por su Jefe de Cultura, Boyero sigue despotricando contra mí y mi película. Al día siguiente, en la versión escrita, modera un poco su tono para explicar que no dispone de tiempo para asistir a todas las proyecciones, porque es humano, y tiene que dar descanso a su cuerpo estragado por ver tal cantidad de malas películas (esto lo añado yo), destaca en negritas que Cannes no rompe su abrazo conmigo… chorradas. Yo había llamado esa misma tarde al director de su periódico para quejarme, no conseguí hablar con él pero me encargué de que su secretaria le dijera que iba a escribir algo sobre este maldito asunto. Hubiera preferido escribirlo entonces, en caliente, y no a vuelapluma, pero no he podido hacerlo hasta ahora. Durante el festival he empleado el tiempo en menesteres más provechosos.
                        

Desgraciadamente, este es un problema (Boyero y su distorsión fanática de la realidad contra mi persona y mi trabajo) que viene de lejos. En el año 2004 los hechos ocurrieron casi del mismo modo que ahora, en el mismo marco incomparable, sobre las mismas alfombras rojas y en las mismas circunstancias. La gran diferencia era que Boyero y su colega trabajaban para El Mundo, y el crítico de El País, era el siempre recordado y añorado Ángel Fernández Santos. Y claro, no hay color".

                   


El combate no ha terminado, el siguiente asalto será en la próxima película que haga el director aunque estamos a la espera de que Almodóvar responda a su contricante, algo que no sería extraño. Estaremos encantados de seguir comentando el combate.


4 comments:

  1. Esto ya es un clásico. Nueva película de Almodóvar, 'Los amantes pasajeros', y la réplica rebotada del cretino, con más o menos razones, Boyero. Luego, la veremos, y entre 'caca' y genialidad, por allí la encontraremos. Un saludo!!!!

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  2. Almodóvar es capa de lo mejor y de lo peor, su última obra La piel que habito me pareció horripilante, tiene algunas obras muy menores como Kika y otra maravillosas como ¿Qué he hecho yo para merecer esto?.

    Leyendo lo que ha escrito Carlos Boyero ¿Cómo va a ir nadie al cine a verla? No es el único, ha habido de todo y en el extranjero Hollywood Reporter indica que es una película demasiado europea que no puede triunfar en Estados Unidos

    Veremos... En los Globos de oro seguro que está nominada

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  3. Ya se sabe de sobra lo que va a decir Boyero, ese "crítico" horripilante que tiene El País...¡qué verguenza para este diario!.Almodóvar es nuestro mejor director sin duda alguna y este "insultador" oficial no sabe escribir críticas, solo escupe con sus palabras.

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    1. Si Almodóvar es nuestro mejor director pueden tirar el cine español a la basura inmediatamente. A pesar de tener un par de buenas películas, ha realizado un sarta de estupideces pretenciosas dignas de un majadero y narcisista. Muy por debajo de Amenábar o Trueba. Bueno, y de casi cualquiera.

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